la mujer que re-inventó Montauk

 Mi madre de pequeña quería llevarme al psicólogo.  No me gustaban los vestidos, me daba alergia el color rosa, odiaba a las princesas...  Me flipaba tocar la tierra, comer con las manos, hablaba sola delante del espejo, me revolcaba por el patio hasta llenarme los rizos de arena.  Me tocaba los pies antes de ir a dormir, canturreaba por el pasillo, pasaba horas dando saltos y volteretas en la cama...  A veces me ponía de puntillas con una servilleta anudada al cuello.  Sentía un placer (culpable) al soplar por la pajita y hacer burbujas de cola-cao... pero así el desayuno sabía más. y mejor.  Me quitaba los zapatos en cuanto podía (nunca entendía eso de llevar embargados los pies)  y me daba igual si estaba en casa ajena o en la consulta del médico.  No lloraba nunca. Aunque muriera alguien... o me pincharan.  Apretaba fuerte los dientes y pensaba: 'es sólo un momento... acaba ya mismo'.  Daba besos a todo el mundo.  (Si me sonreían... era lo merecido.

 Me quema algo cuando te abrazo.  Me entrego, me doy de tal manera cuando te abrazo:  los escalofríos, la pasión, las miserias, las ganas,  la rabia, la ternura,  la vergüenza... es como si te diera hasta mi infancia.  Todos mis 'yo' para ti.  Y el futuro que aún no me han traído. también.  Nunca había abrazado así antes.  Se me muere la garganta cuando te abrazo.  No imagino que pueda haber nada mejor que lo que yo siento al abrazarTE.

No sería lo mismo imaginarte que poder estudiarte con detalle usaré cada segundo que pase para poner a prueba nuestras capacidades corporales Sólo quedará sin probar un sentido: el del ridículo por sentirnos libres y viv@s... qué bien!

 ¿Y si rulando, rulando,  llegas al precipicio  y te caes por el borde del mundo  y te quedas al otro lado  ahí, perdido,  ahí, donde no te veo,  y tiemblo?

 Absorbo tus palabras con pajita fina  y a inspiraciones cortas  para no morirme del gusto.  Porque un día estuviste a punto de romperme.  (Gracias. por cierto)

 Son pequeños gestos suyos ... nimiedades... que me hacen volverme líquida

 El mar brilla retándome a empujar los límites un poco más allá.  Poco a poco se crece.  Barricadas en La Mayor: que tiene 3 sostenidos...  pero es factible.  El precio de una canción (a veces) depende de la ciudad, de las teclas negras, de lo rico que haya estado el zumo del desayuno.  Creo que nunca me voy a hacer mayor.  Igual vieja sí, pero no mayor.

 Cuando era pequeña me fascinaban los enchufes. Me moría de ganas de verlos por dentro.  Me acercaba mucho y miraba con curiosidad.  Cerraba el otro ojo como para concentrar las fuerzas en el derecho, que era el que intentaba ver algo (por qué utilizaba el ojo con el que menos veía es algo que a día de hoy... en fin... igual era para compensar. Oía mejor por el oído izquierdo.. y no podía ser que viera también mejor con el izquierdo!)  Pobre lado derecho.  Así que fingía que ése era el ojo bueno... y lo pegaba al enchufe... pero nada.  Luego ponía el oído. El derecho también, por comodidad posturil o porque en el fondo hay veces que no quieres llegar a. (así, preposición y punto), pero tampoco se escuchaba nada.  Al final... llegué a la terrible conclusión de que ahí dentro había un montón de ratoncitos (como son los ratoncitos de los dibujos animados) que se cogían de las manos y hacían, de alguna mágica manera, que el radiocassette funcionara y yo pudiera escuchar música.